¿Cuántas veces nos hemos visto en situaciones parecidas a la de la foto en la relación con nuestro cachorro? Seguramente muchas. Pues bien, ¿es éste un comportamiento normal y por lo tanto inofensivo y sin consecuencias?
Los cachorros interactúan con sus dueños a través del contacto físico. El mordisqueo de los brazos y las manos es un comportamiento frecuente y la mayoría de las veces normal. Debido a ello muchos dueños de cachorros piensan que hay que permitir dicho comportamiento ya que creen que es la forma normal en que los cachorros juegan o que lo hacen porque están cambiando los dientes y que con el transcurso del tiempo desaparecerá. Es muy común escuchar la siguiente frase, ya sea de parte de los dueños de cachorros e incluso de parte de muchos veterinarios: “Lo hace porque es chiquito y está jugando, en un tiempo pasará”
Si bien es cierto que durante el cambio de dientes de leche a dientes definitivos los cachorros tienden a mordisquear, dicho accionar está mayormente orientado hacia objetos inanimados de determinada contextura. El mordisqueo de los brazos y las manos está más relacionado con el juego interactivo con su grupo de pertenencia, es decir habitualmente con los humanos con los cuales conviven o con otros congéneres. No hay dudas que el mordisqueo de los cachorros rara vez produce un daño grave y que además generalmente lo hacen en un contexto de juego. Sin embargo algunos mordiscos no sólo pueden ser dolorosos, pues a esa edad sus dientes son como agujas, sino que tienen un significado mucho más complejo que el de un juego inofensivo y sin consecuencias.
Desde ya que el juego es parte muy importante en la vida del perro. El mismo facilita la socialización, los aprendizajes, mantiene un estado de salud y desempeña un papel decisivo en el vínculo con el humano. Sin embargo, a muchos cachorros les gusta jugar bruscamente con sus dueños, sobre todo jugar a pelear. Es importante saber que este tipo de interacción no es adecuada por dos razones principales:
1. El cachorro puede con el tiempo incrementar su excitación y la intensidad de los mordiscos durante la interacción.
2. Dichos juegos son juegos de “poder” mediante los cuales el cachorro aprende a medir fuerzas con su “contricante”. Por ejemplo, si un cachorro gana las “peleas” rápidamente aprenderá a dominar al dueño en la vida real.
Por todo ello resulta imprescindible que por un lado el cachorro aprenda a inhibir su mordida, es decir a desarrollar sus autocontroles y por el otro que durante los juegos sea el humano quien ponga las reglas de los mismos evitando todo juego que implique una “lucha por el poder”.
Enseñanza de la inhibición de la mordida y de los autocontroles
La primera etapa de la enseñanza en cuanto a la inhibición de la mordida y el aprendizaje de autocontroles el cachorro la recibe de su madre, la segunda etapa le corresponde a la familia humana.
Por supuesto que no es necesario utilizar la violencia para enseñarle al cachorro a inhibir su mordida. Muchas veces un simple reto con voz fuerte y firme será suficiente. Si el ello no resulta será hora de consultar con un especialista ya que la mayoría de las demás recomendaciones habituales, como por ejemplo retar al cachorro con un diario enrollado o encerrarlo un rato en una habitación, si bien pueden momentáneamente interrumpir la conducta también pueden ser perjudiciales en el mediano y largo plazo.
Estableciendo las reglas de juego
El juego debe tener reglas claras lo cual facilitará no sólo que el cachorro se comporte adecuadamente sino también disminuir tanto su ansieda. Uno de los juegos más adecuados consiste en arrojar una pelotita para que el cachorro la traiga y la entregue para luego continuar el juego. Desde ya que si el cachorro no suelta la pelotita, no hay que pelear con él ni correrlo por el parque. Simplemente se lo ignora para demostrarle que si no cumple la regla puesta por uno se acabó el juego.
Para poder enseñar correctamente las reglas del juego también es condición indispensable que todos los miembros de la familia se pongan de acuerdo, aunque lamentablemente esto no suele suceder con mucha frecuencia.
Si el cachorro no respeta las reglas o si no hay acuerdo entre los miembros de la familia con respecto a las mismas nuevamente será hora de asesorarse con un especialista a fin de lograr la convivencia armónica con el cachorro.
En resumen, la enseñanza de la inhibición de la mordida y de los autocontroles por un lado y la posición jerárquica que tendrá el cachorro dentro del grupo familiar son de vital importancia a fin de evitar la aparición de la agresión en el perro adulto.