
Esta momia fue descubierta en una tumba de la ciudad egipcia de Bubastis (conocida antiguamente como Per-Bastet) en el siglo XIX cerca del mediterráneo. Y ahora el restaurador Joaquin Martinena Lorente esta a cargo de evaluar la mejor conservación del gato para su estudio. De momento, la mascota duerme aislada en una urna hermética de metacrilato. "Mantenemos el ambiente equilibrado gracias a cristales de fenol (un anticorrosivo), resina y gel de sílice", explica.
Un equipo multidisciplinar de veterinarios, radiólogos y arqueólogos navarros procederá en las próximas semanas a despejar interrogantes sobre cuándo y dónde vivió este felino.
La momia es conocida en el taller de restauración como el "gato real", ya que se cree que pudo pertenecer a algún faraón. Para no afectar a su conservación, no se va a proceder a desenroscar el lino, pero mediante alguna técnica radiográfica se prevé leer los jeroglíficos de la vasija junto a la que va envuelta. "Pueden dar respuesta de a quién perteneció", apunta Martinena. De esta misma forma, también se valorará la técnica de embalsamamiento y si el cuerpo tiene alguna incisión en el lado izquierdo o fue vaciado por orificios naturales. "Este gato puede llegar a contarnos desde costumbres de la época del bajo imperio, hasta los cuidados a los que era sometido o la alimentación que llevaba", explica.
La momia, de gran valor, participó en San Sebastián, entre marzo y diciembre, en la exposición Egipto, el río y el mar, organizada en su centenario por la Sociedad Oceanográfica de Guipúzcoa. El catálogo del evento la data entre 672 y 332 a.C. y describe unas dimensiones de 56x13 centímetros.
Este ejemplar está envuelto por varios metros de tiras de lino de un centímetro de ancho, y "sus partes blandas, excepto el corazón, fueron extraídas y puestas en un vaso cánopo, o vasija de alabastro", en la parte inferior del envoltorio. "Este vaso es un tesoro que puede responder a tantos interrogantes como el cuerpo".
En el siglo V a.C, "el historiador Herodoto se quedó impresionado por las atenciones que recibían los gatos en Egipto, ya que se llegaba a castigar con la pena de muerte a quien atentara contra ellos", expone Martinena.
Este respeto se plasma en la antigua ciudad de Per-Bastet, donde "había hasta cementerios" para felinos. Sus momias solían ser enterradas en un sarcófago. Antes, "su cuerpo se secaba con sosa caústica y se embalsamaba".
La veneración tiene su lógica: "En una cultura rural eran muy temidas las plagas de ratones" y los gatos evitaban que los roedores acabaran con el alimento, protegiendo a las familias de enfermedades como la peste.
Via: templofelino