En esos casos, el médico se basa en lo que relata la familia. Luego examina al paciente, y si es necesario se piden exámenes de laboratorio. Pero el interrogatorio es una parte fundamental para definir qué es lo que está ocurriendo.
Cuando hablamos de mascotas, es el dueño quien tiene que hacer ese relato. Es obvio y evidente que una mascota no expresa qué es lo que siente. El problema es que no siempre los dueños son claros y muchas veces no son honestos. Cualquier veterinario tiene claro este aspecto.
Ocurre muchas veces que el dueño simplemente no sabe la respuesta, y otras directamente miente. En lo que refiere a la alimentación es donde más se ven estas mentiras.
Si queremos de verdad ayudar a nuestra mascota, ser honestos puede ahorrarle mucho trabajo al veterinario, malestar a la mascota, y dinero a nuestro bolsillo al no necesitar tantos exámenes de laboratorio.