18 abril 2013

¿Por qué se les habla a los animales como si fuesen niños?

Muchas personas, cada vez más, comienzan a utilizar el conocido "lenguaje" –o mezcla de sonidos pronunciados hasta hacer un ruido agudo, con sonrisas amplias pero con la emoción necesaria para que, dentro de todo, suene a un gesto tierno– que usualmente se les dirige a los niños pequeños y los trasladan a perros y gatos domesticados. De esa manera pareciera que se pasa el límite de la mascota –rescatada de la calle o comprada en un pet shop– para convertirla en un hijo.

Ajenos a los ojos de los testigos, ese "dialecto" a media lengua cobra con los días mayor importancia. Tanto es así que psicólogos italianos comenzaron a estudiarlo y a difundir fotos de amantes de perros y gatos. Entre ellos, el padre del psicoanálisis Sigmund Freud, el ex presidente argentino Juan Domingo Perón y en nuestros días el presidente de los EEUU, Barack Obama, hacen "morisquetas" en público al perro de la Casa Blanca. Figuras como el poeta Charles Bukowski, el escritor Ernest Hemingway, Marilyn Monroe y John Lennon, posaron orgullosos con su gatos. Sin dudas, ver esas fotos no produce menos que simpatía y hasta hace que esos hombres se vean más humanos.

Pero ¿en realidad nos hace más sensibles generar un lazo con un animal? "No creo que este lazo afectivo cambie la conducta de la persona para con sus prójimos o lo haga más sensible; la mayor o menor sensibilidad depende de hacia quién va dirigida la emoción. Hay personas que son más sensibles a las obras de arte, otras a la música, y otras, simplemente, a los perros y a lo que ellos nos ofrecen. Hay personas que lo valoran y otras que no; hay personas que le dan lugar y otras que no", dijo a este medio la licenciada Lucía Peña, psicóloga de Espacio Olazábal.

"Muchas personas les hablan a sus mascotas como si fuesen niños pequeños ya que generan un vínculo afectivo tan fuerte como el de un hijo, hermano o amigo. No muchas personas tienen esta capacidad de comprometerse afectivamente con un animal, esto depende de la sensibilidad de la persona y de las experiencias pasadas", sostuvo Peña, y explicó que no se puede hablar de sensibilidad en general sino que se debe a ese compromiso afectivo de la persona con su mascota. Hay personas a las que les parece un disparate y a otras, la cosa más genial del mundo".

Lógicamente, quienes les hablamos a los perros, a los gatos y a las moscas que vuelan cerca estamos convencidos de que nos entienden, que comprenden cada palabra y que, como en todo diálogo, nos responden. Esta afirmación que debo hacer –nobleza obliga– parece quedar en la desazón del análisis de uno de los especialistas en comportamiento animal más reconocidos en este país.

Ricardo Bruno, médico veterinario especialista en comportamiento animal, afirmó que "tanto perros como gatos interpretan fonéticamente, ellos asocian un sonido con lo que uno quiere de ellos, pero el principal lenguaje es el gestual y el corporal, por eso es más importante lo que les decimos con gestos y posturas. Por ejemplo, cuando estamos de mal humor o tristes, esa expresión de la cara es la que los hace darse cuenta de nuestros estados anímicos. Los animales saben interpretar los gestos que hacemos. Qué gesto indica que vamos a salir a caminar, cuál para jugar, cuál para comer... Es la humanización que la gente hace de ellos la que les da una conducta esotérica".

Mostrando su desacuerdo con la "humanización" de los animales, Bruno aseguró: "La humanización es nociva, pero es gran parte del lazo. Para un individuo de una especie no es compañía un individuo de otra. Eso no quiere decir que no llegue a serlo ni que se generen lazos posteriores".

Mucho más que un amigo, mi hijo

"Los propietarios de perros tienden a ver al suyo como un miembro de la familia y a tratarlo como a un niño; tienen fotos de su mascota, le permiten dormir en sus camas, les gusta jugar con él, mimarlo, buscan contacto físico y le hablan en motherese –lenguaje que usan los adultos para hablar a los niños–, una modalidad de comunicación simplificada y melódica, típica del contacto con pequeños de su propia especie, y que puede ser considerada como una forma de comunicación no verbal: vehicula emociones y afectividad más que significados específicos”, dice la experta Emanuela Prato Previde, coautora, con Paola Valsecchi, de un estudio sobre los lazos sociales en los animales.

La principal forma de comunicación que las personas tenemos entre nosotros es el habla. Nos acostumbramos a hablar hasta con las plantas, y a hacerlo siempre con gestos y miradas. Hasta creemos que los no humanos tienen la misma capacidad de comprensión. Esto es notoriamente acrecentado si una persona fue criada con perros o gatos y el lugar que se les daba en la familia era importante; entonces, "es probable que perciba a sus mascotas como una 'persona' en la actualidad. De este modo, es posible, por ejemplo, que si ella mira para la cocina, la persona 'signifique' su conducta (como un bebé que no puede comunicarse) y vaya corriendo a la cocina para darle su alimento. Es así que se van generando hábitos de conducta entre el dueño y su mascota que sólo ellos dos comprenden y respetan", manifestó Peña.

Pero ¿qué pasa cuando quizás una persona que no haya sido criada entre amigos de cuatro patas al vivir sola comienza a hacerlo? "Cae" en el comportamiento "lógico" del amante de las mascotas: su casa de soltero será un espacio colmado de ropitas de polar, collares de varios colores, juguetes ruidosos, afiladores de uñas y, por qué no, dos pares de diminutas botitas de lluvia esperando ser usadas en el paseo del día.

A propósito señaló la terapeuta: "Es usual este comportamiento en personas que viven solas. La soledad genera que la mascota adopte un lugar tan importante y fundamental como un ser humano, por la proximidad y la intimidad del vínculo. Ese animal es tu fiel compañero, quien siempre te espera para comer" y la elección del compañero de vida tendrá que ver con el caracter de quien lo elige.

"Que una persona elija a una u otra especie tiene que ver también con sus propias características", aseveró Bruno, y destacó que "el gato y el perro son distintos por comportamiento. Los gatos no generan esos lazos, pero si eso pasa, tiene más que ver con el humano que con el gato. El perro vive con nosotros y el gato nos deja vivir con ellos".

Fue el propio Pablo Neruda quien escribió odas a estos amigos inigualables que, entiendan o no lo que les digamos con palabras, sin dudas entienden como pocas personas las miradas, las caricias y los silencios, y sin hacer una sola pregunta posan sus patas peludas sobre nuestras manos invitándonos a regalarles una triste sonrisa.